viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Existen modelos de programación? ¿Puede decirse que existe una manera pública y otra privada de abordar la programación televisiva?

No lo creemos. De hecho, puede decirse que con el servicio televisivo ocurre igual que con el servicio bancario en el que el usuario apenas percibe diferencias entre el funcionamiento de la banca privada o de las cajas de ahorro públicas (o antes con los bancos públicos).
Cierto es que las administraciones públicas establecen las reglas del funcionamiento del sector televisivo e indirectamente, por tanto,  de la programación de las emisoras. Así, puede ocurrir que los poderes públicos establezcan normas de comportamiento programativo distintas para unas u otras emisoras; sin embargo, en España las normativas legales no diferencian entre emisoras y, por tanto, se aplican por igual a las cadenas de titularidad pública y a las privadas.
Lo que puede entenderse como características del modelo de programación público: planificación cultural, dieta equilibrada de los géneros ofertados, técnicas de programación simple,… responden a periodos pretéritos de historia de la televisión. De hecho, en el pasado se aplicaban por igual a las emisoras públicas y a las privadas. De igual manera que hoy las normas programativas contemporáneas son compartidas por igual por todo tipo de emisoras. 
El caso de la rentabilidad social que en algunos momentos deben tener las programaciones es un buen ejemplo de lo anterior. Como generalidad, las emisoras privadas, y no parece que pueda ser de otro modo, se guían por una rentabilidad económica de la empresa. Empero, en todas sus programaciones tienen que tener en cuenta la variable condicionante de la rentabilidad social: por ejemplo, la ineludible presencia en las parrillas de los carísimos programas informativos (nada ni nadie obliga a que existan) o la campañas de imagen y de anuncios promocionales sobre determinados temas sociales (violencia doméstica, drogas, etc.) son apuestas programativas que las emisoras realizan al margen de la rentabilidad económica,  pero que no pueden obviar a riesgo de que su ausencia afecte a la imagen del conjunto de la oferta.
En suma, que si repasamos las líneas maestras de los departamentos de programación, comprobaremos que éstas no se pueden diferenciar en función de la titularidad pública o privada de la cadena:
  • Cumplir la normativa legal.
  • Fijar la audiencia a la que dirigirse.
  • Evaluar el potencial comercial de los programas disponibles en cada momento.
  • Saber dónde encontrar los programas necesarios para la planificación creada, bien ordenando la realización de producciones propias, bien negociando la adquisición de los de producción ajena, sin olvidar nunca la amortización posible en futuras reemisiones.
  • Hacer la parrilla, seleccionando el horario y orden más conveniente de la emisión de programas e intentando que la combinación de esos materiales se convierta para el público en una línea de imagen propia y en un servicio identificable.
  • Participar en la venta de ese servicio al espectador y los anunciantes, produciendo en su caso los espacios autopromocionales.
  • Comprobar el perfecto ajuste del orden de emisión de los programas.
  • Evaluar los resultados de la audiencia conseguidos.

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